La lectura del libro de Petrone deja como saldo la constatación de la imposibilidad de captar el fenómeno de la vigilancia informática, el proceso de obtención de la prueba digital, su preservación y custodia con las categorías tradicionales de las leyes procesales y de la praxis jurisprudencial, y la imposibilidad de aplicar de un modo analógico las autorizaciones legales existentes para las injerencias a los ámbitos o esferas de privacidad. El autor deja en claro que a la multijurisdiccionalidad del crimen organizado le sigue la de su prevención e investigación, y la necesidad de la cooperación internacional y de adaptación de las normas a las nuevas realidades. Ciertamente la criminalidad informática ha provocado un tembladeral en los esquemas tradicionales de prevención, investigación y respuesta jurisdiccional a los delitos no convencionales. Ha introducido un nuevo paradigma en nuestras formas de vida, esto es sabido, pero además ha convertido en realidad la fantasía del “Gran Hermano” orwelliano, con las revelaciones de los megaespionajes capilares a nivel planetario de que han dado cuenta los medios en publicaciones recientes y que hasta han llevado al ridículo la forma tradicional de las relaciones diplomáticas entre los países de este “brave new world”.

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